Al día siguiente de llegar a Chiang Mai, tras haber paseado por su mercado nocturno y haber tratado de olvidar a base de regateos y compras, lo a gusto que estábamos en las islas, el sol mañanero nos despertó de un guantazo regresándonos a la realidad de las ciudades y su asfalto.
Ese calor asfixiante que habíamos pasado en Bangkok y que conseguimos olvidar en las islas, volvió a nosotros en Chiang Mai cuando ya se nos había olvidado. Entre el pensamiento de que debíamos haber pasado más días en las islas del Golfo de Tailandia y el reencuentro con el calor, nuestra motivación para visitar Chiang Mai estaba algo por lo suelos.
Aún con estos ánimos, nos calzamos nuestras zapatillas y nos dispusimos a pasear por la ciudad norteña de Tailandia.
Nuestro hotel se encontraba en la calle Loi Kroh, justo al lado de la parte amurallada de la ciudad, lugar donde se concentran varios de los principales elementos turísticos de Chiang Mai.
Una vez dentro de la muralla, visitamos la puerta principal, llamada Tha Phae, alrededor de la cual se concentran numerosos negocios de restaurantes y diversos divertimentos para los turistas y es punto clave de cara al mercado nocturno.
Desde ahí, por la calle Rachadamnoen, empezamos a visitar varios templos que se localizan dentro de la zona amurallada. En Chiang Mai hay más de 300 templos y dado que a esas alturas del viaje nos movíamos cual tortugas centenarias, no nos volvimos locos y visitamos simplemente los siguientes:
Wat Phan On:
Justo el primero que encuentras si sigues la ruta indicada.
Wat Chedi Luang:
El más grande de los visitados durante ese día y probablemente el más antiguo. En su interior hay un buda de unas dimensiones considerables.
A su alrededor existen otros pequeños santuarios, entre los que llama especialmente la atención uno en el que se prohíbe la entrada a mujeres, lo cual despertó la ira de nuestras compañeras.
Para nosotros fue el más bonito de todos los visitados. Por lo menos eso les dijimos al salir para picarlas. ¡Si es que somos una malotes!
Wat Chai Prakiat:
El más curioso o al menos el más diferente de los que visitamos, ya que estaba construido de madera de color oscuro, donde el dorado que tanto destaca en otros templos de Tailandia, apenas tenía una ligera presencia.
Wat Phra Singh:
Uno de los elementos más curiosos de este templo era un jardincillo donde había varios tipos de mensajes filosóficos colgados en los troncos de los árboles.
Pero ni esos mensajes filosóficos podían mejorar el estado de profundo cansancio en el que nos encontrábamos.
Acercándose la hora de comer y con el calor sofocante sobre nuestros cuerpos, hicimos un consejo de sabios y tomamos la decisión de que si bien no podíamos estar en las islas (seguíamos erre que erre y chinchosos a más no poder), por la tarde buscaríamos un lugar con agua donde poder refrescarnos. Y ese lugar fue las cascadas de Mae Sa.
Como no teníamos ni puñetera idea de llegar hasta allí, en nuestro paseo hacía el parque Nong Buak Hard, ubicado en la parte suroeste de la muralla de Chiang Mai (al que finalmente no llegamos), nos encontramos con una oficina de turismo privada en la calle Samlarn a la que decidimos entrar. Tras ofrecernos distintas alternativas de actividades a realizar, finalmente nos decantamos por la visita a las cascadas por un precio de 200 bahts para el taxi y 100 bahts de entrada a la zona de las cascadas.
Nuestras expectativas no fueron satisfechas, la verdad. Habíamos visto imágenes en internet de estas cascadas y lo que parecía espectacular, finalmente fue un río con ciertas zonas donde el caudal no te superaba la suela de zapato y otras donde sí que había cascadas pero poco tenían que ver con lo que habíamos visto, y eso que subimos hasta el nivel máximo en busca de las mismas, aún a riesgo de que en nuestras sobaqueras hubiese más caudal que en las zonas del río anteriormente mencionadas.
Evidentemente cabe la posibilidad de que nuestra visita fuese en una época del año en la que la falta de lluvia habría hecho que el río presentase dicho caudal. Muy seguramente la imagen sea totalmente distinta en épocas de más lluvia.
Pero bueno, independientemente de que la imagen no se correspondiese con nuestra idea mental, agradecimos pasar la tarde allí, refrescándonos en sus aguas y donde el entorno en su conjunto ya hacía que las temperaturas fuesen más bajas que en la ciudad.
Salimos a las 15:00 de Chiang Mai, llegamos a las cascadas a las 16:00, el taxi nos esperó 2 horas echándose sus partidillas al Candy Crush y a las 18:00 regresamos a Chiang Mai y eso que la zona cierra a las 17:00, no pudiendo acceder a partir de esa hora, pero si pudiendo salir más tarde si ya te encuentras dentro.
Regresamos al hotel, nos duchamos y nos preparamos para ir a cenar y dar otra vuelta por el mercado nocturno.
Tras la cena, durante el paseo por los puestecillos del mercado nocturno, ocurrió una anécdota que da parte del nombre al título de esta entrada.
Mientras caminábamos de un puesto a otro cual colibrí que va de flor en flor recolectando néctar, noté que algo se estrelló literalmente contra mi pie. Como mi calzado era una de estas zapatillas superfeas que van descubiertas por distintos puntos y especialmente por los laterales (lo llamaremos zapachancla), noté el impacto con más detalle.
El caso es que tras el impacto, peque un saltito acompañado de un grito de nenaza, que solo se me ocurre representar mediante el siguiente gif (el gritito lo pones tu).
Tras el salto caí un poco encima de lo que había impactado contra mi pie y se alejó gruñendo y rodeado por las risas de los dueños de los puestos que pese a que todo sucedió en un segundo, habían estado muy atentos.
¿Y que fue lo que ocurrió? ¿qué impactó contra mi pie haciéndome volar por un segundo al mundo de las hadas rosas? Pues un rata. Una p**a rata. ¡Una fuc***g rata!
La rayada del asunto fue cuando llegamos a una zona con más luz y descubrí dos puntitos rojos en mi pie. Un puntito al lado del otro. Como si fuese la señal de dos dientes que están justo el uno al lado del otro. ¡¿Qué me ha mordido una rata?! Llamad a un notario, quiero redactar mi testamento antes de que sea demasiado tarde.
La cosa es que cuanto más me preocupaba por lo que me fuese a ocurrir en las próximas horas, mis amados y adorables acompañantes más se divertían con la situación. Ya me veían viviendo en las alcantarillas con una bata de boatiné de color rosa, junto a cuatro tortugas mutantes adolescentes.
El caso es que no me paso nada. Ni fiebre, ni necesidad de amputación de pierna, ni nada de nada. Al día siguiente tan sanote como una rosa, aunque desde entonces consumo más queso. Tal vez sea casualidad.
Costo del noveno día en Tailandia:
- Excursión a las cascadas……………………………………………………………………………. 300 bahts
- Comida……………………………………………………………………………………………………. 150 bahts
- Cena……………………………………………………………………………………………………….. 250 bahts
TOTAL noveno día en Tailandia……………………………………………… 700 bahts (18 €)