No es que la línea comunique o que no haya señal desde alguna cabina. Ni he recibido la llamada, ni la recibí tiempo atrás como le ocurrió a tantos conocidos que marcharon a Londres en busca de un futuro mejor. Bueno quizás no mejor, pero al menos marcharon con la excusa de aprovechar vivir en la capital de Inglaterra para mejorar el inglés.
El caso es que no me fui. Ni tengo ganas de irme. Quizás por miedo a que mi nivel de jamón serrano en sangre disminuya por debajo de los niveles que me mantienen vivo, quizás porque tuve la suerte que otros no tuvieron y encontré como ganarme esas habichuelas para llegar a fin de mes.
La llamada laboral nunca llegó. Y la de viajar a Londres para visitar la ciudad, casi que tampoco. Y digo casi, porque aunque no recibí la llamada, cuatro fueron los días que pase visitando la capital británica.
Londres es una ciudad que nunca llamó mi atención. Probablemente seas un enamorado de esta ciudad y te estés llevando las manos a la cabeza al leer esto, pero bájalas porque si no no vas a poder usar el ratón para hacer scroll y seguir leyendo la entrada.
Se trata de una ciudad a la que todos tus conocidos han ido, la conoces por las noticias, las películas, las imágenes de publicidad y fotografías sobre ella. Quizás nunca hayas estado, pero sin quererlo la has visto tantas veces que deja de llamar tu atención. Esa era y es mi opinión.
Pero como fui bendecido con el virus viajero y ante la insistencia de mi amigo Miguel (el de la entrada sobre qué ver en Dublin en tres días) por pegarnos un viajecico juntos y llevar la sabiduría frailera por el mundo, decidimos pasar 4 días en Londres.
DÍA 1
Volamos hasta allí desde Madrid con la compañía low cost del arpa. Para llegar desde el aeropuerto de Londres Stansted hasta el centro de la ciudad, recuerdo que fuimos en un bus cuyo ticket se compraba a la salida del aeropuerto, pero no recuerdo ni la zona exacta del aeropuerto ni el coste del mismo (ten en cuenta que el viaje lo realicé en diciembre de 2013 y que no me acuerdo lo que comí ayer al medio día), pero era fácil de encontrar.
Lo que si recuerdo es que entre la amplia variedad de hoteles y alojamientos que tienes para elegir en Londres, nosotros nos decantamos por una fusión de hotel y hostel: Meininger Hotel London Hyde Park. Y digo fusión porque aunque en su página web lo definen como un hotel, la habitación que nosotros reservamos, a 18 euros la noche por persona, era la típica de un hostel compartiendo espacio, salvo que a diferencia de otros, en esta solo había dos literas. Compartir habitación cuatro personas es relativamente sencillo, salvo en el caso de que una chica italiana haya ido a trabajar a Londres (que raro) durante unos meses y esté viviendo en aquella habitación, como nos ocurrió a nosotros, por lo que prácticamente todo el espacio había sido invadido por ella. Pero bueno, para tres noches que íbamos a estar tampoco nos íbamos a poner «tiquismiquis» con el espacio.
Lo mejor que tenía este alojamiento era sin duda la ubicación. Localizado en el número 65-67 de la calle Queen’s Gate, a 15 minutos andando de Hyde Park, uno de los parques mas grandes de Londres, contiguo al Kensington Gardens y aunque a simple vista parezcan un único parque, desde siempre han sido dos, lo que se pone de manifiesto cuando empieza a caer la noche, ya que este último cierra antes que Hyde Park.
Además de la enorme extensión de estos parques para poder pasear tranquilamente por ellos y corretear detrás de alguna que otra ardilla, Hyde Park cuenta en su extremo noreste con la llamada Speaker’s Corner, la esquina del orador. Un lugar donde tienes la libertad de manifestarte libremente (siempre y cuando no te pases con ciertos temas) y conseguir transmitir tu mensaje a un pequeño número de oyentes que estén dispuestos a prestarte algo de atención. Ya quisiéramos los cómicos muchas noches vivir algo así.
Volviendo hacia el sur, en la acera de enfrente del parque, se encuentra el Royal Albert Hall. ¿Un caramelo y respira? No. Una de las salas de conciertos más importantes de toda Inglaterra.
En la parte sureste de Hyde Park, tomando como referencia la parada de metro Knightsbridge, a unos 3 minutos andando por Brompten Road, llegamos a los famosísimos almacenes Harrods. A no ser que seas una Paris Hilton (aunque sea versión Hacendado) y te encante visitar centros comerciales, tampoco tiene mucho más de especial.
Para terminar nuestro primer día y la primera toma de contacto con la ciudad, volvimos a la parada de metro Knightsbridge para coger desde allí la linea azul en dirección Piccadilly Circus. Se trata de uno de los lugares preferidos de londinenses y visitantes ya que su ubicación es perfecta para todo tipo de actividades de ocio: teatros, locales para tomar algo, comercios, gigantescas pantallas de vídeo y luces de neón con publicidad, rodearan tus pasos por este céntrico lugar.
Había muchos shows de comedia, según anunciaban en la puerta de varios teatros, pero al final no entramos a ninguno. Nos iba a resultar demasiado caro en comparación con el porcentaje de espectáculo del que nos íbamos a enterar.
Dado que nuestra visita fue a principios de diciembre, las calles estaban especialmente decoradas con motivos navideños, así como los comercios con feroces dependientes dispuestos a alcanzar sus objetivos en ventas en la campaña que acababa de empezar.
DÍA 2
Al día siguiente nos levantamos temprano pues era el día del «mucho que ver». Desde la parada de metro de Gloucester Road (a 5 minutos caminando del hotel), tomando la linea azul, llegamos a la parada Hyde Park Corner. Nuestra intención era hacer un Free Tour aquella mañana, cuyo punto de encuentro era la esquina de Green Park que daba a la parada de metro a la que acabábamos de llegar.
Mientras esperamos nos dimos una vuelta por Green Park, otro parque más de los que existen en Londres, donde había montado un megamercadillo navideño, pero habíamos madrugado tanto que estaba todo prácticamente cerrado y no había casi ni británicos, y mira que luego presumen de que empiezan a funcionar antes que los españoles.
Tras el paseo y los 10 minutos adicionales de espera en el punto de quedada para el Free Tour por Londres, visto que allí no aparecía nadie, iniciamos nuestro particular y auténtico Free Tour.
Justo al lado de Green Park están los jardines de Buckingham Palace, con el Arco de Wellington señalando el inicio del camino hasta el famoso Palacio y su cambio de guardia.
Llegamos allí justo en el momento que el show más aburrido del planeta comenzaba. La gente empezó a amontonarse alrededor de los barrotes que separan la Realeza de la plebe, dificultando la visión a los que no hemos tenido la suerte de nacer para jugar en la NBA.
Pero si algo bueno tienen las nuevas tecnologías es que cada vez que alguien decidía inmortalizar la puesta en escena de la Guardia Real, tenías una pantalla a tu disposición para ver lo que estaba pasando. Una retransmisión en vivo multipantalla.
Finalizado el cambio de guardia, cogimos la calle The Mall, una gran recta que te lleva hacia Trafalgar Square. Por el camino pudimos ver las estatuas de los reyes anteriores, padres de la actual reina, Jorge VI y Elizabeth, la cual vivió 102 años. Se ve que la Familia Real Británica tiene buenos genes…para que luego digan que el trabajo es salud.
Tras 15 minutitos andando por The Mall llegamos a Trafalgar Square, una plaza creada para conmemorar la victoria británica en la batalla de Trafalgar contra españoles y franceses, en las costas gaditanas en 1805. En el centro de esta plaza se encuentra la columna del Nelson (no el de los Simpson), el almirante que nos la lió parda en la citada batalla, y está rodeada de fuentes y de cuatro enormes leones, fabricados, dicen las malas lenguas, con el metal de un cañón de la flota francesa…que digo yo que ya tenía que ser grande el cañón francés para sacar metal suficiente para cuatro leones de ese tamaño.
Adicionalmente, en Trafalgar Square hay cuatro pedestales que fueron construidos para colocar figuras de reyes y generales británicos, pero de esto que haces un presupuesto y luego a la hora de la verdad ves que te has gastado más de la cuenta y no llegas para concluir tu diseño, para el cuarto pedestal faltaron fondos con los que poder crear la figura de uno de estos personajes históricos. Ante tal circunstancia, una mente pensante de la Real Sociedad de las Artes dijo: – ¿y porque no lo utilizamos para que artistas expongan de manera temporal sus obras? –. Y así desde 1999, este cuarto pedestal se utiliza con tal fin.
Durante mi visita un gallo gigante de color azul ocupaba este espacio, el cual fue sustituido en marzo de 2015 por un esqueleto de caballo. De hecho se comenta que durante el cambio de una y otra obra, hubo una conversación entre operarios del estilo:
– Ey, menudo pollazo te llevas –
– Anda, calla y tira que tu estas en los huesos – (humor británico).
Al norte de la plaza se encuentra la National Gallery, el principal museo de arte de Londres y que como en la mayoría de los museos de esta ciudad la entrada es gratuita.
Por la calle Whitehall, al sur de Trafalgar Square, y girando a gusto del consumidor por alguna de las calles perpendiculares de la izquierda, puedes pasear por la orilla del Támesis, lo que en diciembre es algo tan agradable como una puñalada. Desde allí tienes unas vistas del London Eye (la Noria del Milenio), esa noria al lado del río que siempre aparece al fondo de las fotos de tus conocidos, pero a la que nunca nadie se acaba subiendo. ¿Miedo a las alturas, miedo al precio de la entrada? Un misterio por resolver para Iker Jiménez.
Por la calle Victoria Embankment se acaba llegando al edificio más emblemático de Londres: el Big Ben.
Este archiconocido reloj forma parte del Palacio de Westminster, que es a su vez la sede del Parlamento del Reino Unido. Al lado de este edificio se encuentra la Abadía de Westminder y el monumento a Wiston Churchill.
Tras almorzar algo tristemente sentados en un banco de un parque, tiritando cual camada de perrillos recién nacidos, nuestros pasos se encaminaron a la parada de metro Westminder desde donde, cogiendo la línea gris, llegamos a London Bridge. Cruzando el Puente de Londres, tienes unas curiosas tomas del Támesis y del conocido Puente de la Torre al fondo.
Al otro lado te espera otro mundo. Lo que parece la frase de una película de Ciencia Ficción, viene a describir que cruzando el Puente de Londres acabas llegando a la «City of London»: el corazón financiero, la zona del «taco», el lugar donde sentías perder libras pese a no haber ni sacado la cartera, donde se manejan los hilos de Londres, Reino Unido, y no me vuelvo loco si digo incluso, parte del mundo (que miedo).
Estuvimos caminando entre rascacielos durante un rato sin rumbo fijo, pues habíamos quedado con mi prima Beatriz, una joven que sí recibió la llamada londinense y que lleva mas de 4 años viviendo por aquellas tierras.
Como gran conocedora de la ciudad, nos llevó al centro comercial One New Change, cuya ubicación es London EC4M 9AF (no me preguntes si esto es una calle, cachondeo o lenguaje marciano) y que cuenta en su parte alta con una terraza gigante donde contemplar unas simpáticas vistas de la ciudad y en particular, de la catedral anglicana de San Pablo.
Como desde las alturas el frío de diciembre calaba hasta los huesos y el tomar algo en el bar de la terraza era prohibitivo, volvimos a bajar a la calle y recorrimos los alrededores de la catedral.
Desde allí, dirigiéndonos hacia el sur, volvimos a cruzar el río Támesis, esta vez por el Puente del Milenio, caminando por el otro lado del río hasta llegar al Puente de la Torre (de puente a puente y tiro porque me lleva la corriente).
Este puente es otra de la imágenes de Londres que todo el mundo conoce, ya que ha sido protagonista de numerosas películas, fotografías, reportajes, souvenirs… Al cruzar el puente, en su lado izquierdo se encuentra la Torre de Londres, un Palacio Real, Fortaleza de su Majestad, cárcel, lugar de torturillas y caja fuerte, ya que las joyas de la corona británica dicen que se encuentran allí. O quizás no y eso es lo que quieren que pienses por si te atreves a dar el golpe, encontrarte con una divertida fiesta sado en la que el protagonista vas a ser tú.
DÍA 3
Tras la paliza de caminata del día anterior, el siguiente día de nuestra estancia en Londres nos apetecía un plan mas tranquilo, así que dedicamos toda la jornada a pasear, descubrir y almorzar por el barrio más curioso de toda la ciudad: Camden Town.
Este barrio es principalmente conocido por albergar uno de los mercados más variados y extravagantes de Londres, lo que consigue atraer a miles y miles de guiris curiosones como nosotros para disfrutar de uno de los sitios más pintorescos de esta ciudad. Y si, he dicho disfrutar, porque la verdad Camden Town fue lo que más me gustó y llamó mi atención de este viaje.
A no ser que busques algo muy específico, tratar de seguir una ruta guiada por este lugar carece totalmente de sentido, ya que su trazado invita a perderse e ir descubriendo las tiendas más locas y los puestecillos de comida más apetecibles.
DÍA 4
Nuestra estancia en la capital británica finalizó con la visita al Museo de Historia Natural de Londres la mañana del día en el que cogíamos el vuelo de regreso a Madrid. Este museo se encuentra justo enfrente del hotel Meininger, en la calle Cromwell SW7 5BD, y aprovechando que su entrada es gratuita allí dejamos pasar las horas hasta el momento del almuerzo.
Tras degustar el enésimo sandwich del viaje y proponerme no volver a probarlos en una larga temporada, cogimos el autobús que nos llevaba de regreso al aeropuerto para tomar nuestro vuelo. Y como un viaje no puede terminar sin una gran anécdota acompañada de moraleja, aquí llevas el megaconsejo para viajar a Londres:
«El día que abandones la ciudad, si coges un autobús hacia el aeropuerto, hazlo como 4 horas antes de la salida de tu vuelo. Tu corazón te lo agradecerá».
Salimos hacia el aeropuerto como dos horas antes de la salida del vuelo, encontrándonos con un atasco gigantesco, llegando a la terminal a la hora exacta de despegue que marcaba nuestra tarjeta de embarque. Tras el monumental enfado y las rápidas cuentas matemáticas en mi cabeza para ver como diablos iba a pagarme el billete de vuelta, bajamos del bus, cogimos las maletas y al más puro estilo Usain Bolt empezamos a correr como alma que lleva el diablo en dirección a nuestra puerta de embarque, la cual se encontraba en la otra punta de la terminal.
Tras pasar el control de seguridad saltándonos la cola, respondiendo con una sonrisa amable a las voces de las señoras británicas que nos increpaban nuestra mala educación (como para detenernos a explicarles lo sucedido), recorrer los amplios pasillos, sentir el corazón hacer un mate en mi campanilla y buscar con el rabillo del ojo algún hueco en el que acurrucarme aquella noche creyendo que tendría que dormir en el aeropuerto, llegamos a la puerta de embarque donde había una cola enorme formada para subir al avión, cuya hora de salida había sufrido un retraso de más de media hora.
Nos abrazamos, nos tiramos al suelo como si hubiésemos ganado una medalla de oro, los británicos nos miraban como diciendo: «estos españoles siempre llamando la atención»; los españoles pensarían: «luego nos critican por gente como esta»… en fin, que tras el enfado, la maratón y la celebración, al final tuvimos que estar esperando como 20 minutos más. ¡Malditas compañías de bajo coste y sus retrasos! (Dios las bendiga).
Ahora que termino de escribir esta entrada me doy cuenta de que quizás el viaje no estuvo tan mal. De que tal vez el frío intenso de aquellos días por la fecha elegida, el no conocer la ciudad y andar por sitios turísticos donde la clavada en los precios estaba a la orden del día, la poca colaboración de los británicos en interactuar con individuos como nosotros, la masificación de spaniards que han convertido Londres en una provincia española y que parezca que no te has movido del territorio patrio, el mal rato del trayecto hacia el aeropuerto y alguna cosa negativa más que seguramente se me olvide, acabaron por forjar una imagen que de haberse dado otras circunstancias quizás habría disfrutado más de la ciudad.
El caso es que a día de hoy Londres siguen sin llamarme. Con todo lo que aún me queda por conocer, prefiero priorizar en otros destinos (al final me acabaré echando una novia londinense y tendré que tragarme mis palabras, ¡al tiempo!).
Y a ti, ¿has estado en Londres?, ¿te gusta la ciudad?, ¿que destacarías de la misma?, ¿alguna recomendación para londonizar a alguien como yo? Haz tu aportación en los comentarios 😉
¡¡Ay!! ¡Qué identificada me he sentido con tu post!
A mí Londres no me llamó nunca, pero terminé yendo al acabar Turismo, con 21 añitos y sin experiencia alguna en el mundo profesional, un magnífico mes de Enero, a las afueras de las afueras de una ciudad en mitad de la carretera, que era donde estaba el hotel donde trabajaba. Mi experiencia no duró más de dos meses (de 6 meses que en un principio tenía previsto). Se juntó mi juventud, inexperiencia, una jefa impresentable, un sueldo que no daba para vivir, un tiempo depresivo, vivir al lado de una autovía y una gastroenteritis horrorosa que pillé de lo mal que me alimentaba. Y , me volví.
Volví en varias ocasiones de turismo y con la famosa beca de las 3 semanas, pero siguió sin llamarme. Es cierto que dos de las veces he estado en Enero, y creo que ver la ciudad con los escarchados no ayuda mucho.
La otra fue en verano y tampoco puedo decir que hiciera ni calor ni que me llamara la atención (a excepción del British Museum, que como no hay nada suyo, me dejó impresionada).
Los enamorados en este país, sobretodo en esta ciudad, dicen que tienes que verlo a través de otros ojos. Así que puede que vuelva, en verano, de turismo y con mucho jamón en la mochila.
Jajaja, madre mía Ana, si una profesional del Turismo como tú, piensa igual que yo…lo mismo hasta tengo razón!
Se de mucha gente que piensa totalmente lo contrario, por lo que me encantaría que dejaran sus comentarios a ver que puntos destacarían ellos.
Aunque como todos sabemos las experiencias viajando son subjetivas, dependen del momento, circunstancias y demás, por lo que la conclusión final es que nunca nadie tendrá razón en nada 🙂
Muchas gracias por tu comentario. A ver si alguien se anima con el punto de vista positivo sobre Londres!!
Está claro, Londres es una de esas ciudades que o amas u odias. A mí me pasaba lo primero, pero después de dos años allí, comprendo tu punto de vista también. Cuando viví allí, había un eslogan de publicidad para apelar a tu buena ciudadanía que era ‘Be there for London’. Lo que quería decir es que tienes que consentirle ciertas cosas a la ciudad si quieres llevarte bien con ella. Como un primo malcriado.
Me ha gustado mucho leer esta entrada y me ha traído muchos recuerdos.
Un saludo 😉
Muchas gracias por tu comentario!
Supongo que esto es como todo, depende de la ilusion, expectativas y experiencias de cada viaje. La verdad que fue de los viajes que menos me aportó. Pero bueno, para gustos colores y no descarto darle una segunda oportunidad en algun futuro muuuuuy lejano 🙂
Ha sido leer el título del artículo y sentirme obligada a leerlo xD Londres tampoco me ha llamado ni me llama, y aún así he estado ya tres veces…
No sé si es el ajetreo de las grandes ciudades, que ya te conoce si sus monumentos antes de haberlos visitado, lo cara que es,… puf. La verdad es que no apetece.
Supongo que no todos los destinos están hechos para todos :/ ¡sigamos descubriendo otras ciudades que este mundo es grande!
Un abrazote
¡Amén hermana!
La verdad que no puedo estar más de acuerdo con todo lo que mencionas. Una ciudad demasiado cara para lo poco que te llega a sorprender (personalmente).
Reto a cualquier enamorado de Londres a compartir un fin de semana y que me demuestre mi equivocación 😉
Gracias por pasarte por aquí.
Un abrazoooo!
Hola Rafa, acabo de conocer tu blog y la verdad que está muy completo… (soy lo peor, a veces no me fijo en los enlaces y estas cosas). Pero bueno, he llegado y echando un vistazo, no sé pq el título de este post me ha llamado la atención. Tal vez pq antes de ir tenía esa misma sensación, no sabía si me iba a gustar.
Había estado antes en muchas capitales europeas y no sé por qué Londres, aún siendo tan famosa, seguía en el tintero. Y eso que yo fui uno de esos que estuvo trabajando en Inglaterra 6 meses, pero caí en Manchester y aunque viajé mucho por el país, antes de ir a Londres recorrí otras ciudades, pueblos, incluso fui a Escocia, Irlanda y Gales, pero durante aquella estancia nunca fui a la capital.
Prefería ver otros destinos y Londres era un destino más fácil para ir desde España. Y así fue, muchos años después la visité con un «a ver» y bueno, lo cierto es que como bien dices un viaje depende de muchas cosas, y a mí me salió todo bien en Londres. Además había previsiones malas de tiempo, pero por alguna fuerza divina nos hizo bueno y yo creo que eso me hizo aprovecharla y disfrutarla al máximo pensando que al día siguiente iba a hacer malo, pero no fue así.
En fin, que después de este chorizo tengo que reconocer que me gustó, pero tb es cierto que entiendo tu sensación.
Pues nada, por aquí seguiré leyendo tus andanzas.
Un saludo
Muchas gracias por tu comentario! Así puedo ver que no soy el único «bicho raro» xD.
Seguramente si le doy otra oportunidad la cosa cambie… aunque hay tantos destinos que llaman mi atención…
Un abrazo!