Cómo te gusta el título de esta entrada ¡pájaro!. Lo sé. Pero si has llegado hasta aquí atraído por el título con la esperanza de encontrar algún tipo de experiencia sexual, siento decepcionarte. Aunque ya que estas aquí puedes superar la decepción descubriendo una de las ciudades más nombradas de España.
Mi visita a la mítica ciudad de Cuenca fue hace varios veranos atrás, en camino de vuelta a casa desde un concurso de monólogos al que había asistido en Pamplona. Como los kilómetros hasta Jaén se hacían eternos, me dispuse a pasar la noche en esta ciudad manchega, en un lugar barato, y así llegué a la Pensión Central de Cuenca. No es un mal sitio y está a unos 15 minutos a pie del casco histórico, aunque quizás el precio (a pesar de ser de los más baratos) no se correspondía con la calidad. Como punto a favor, para los más nostálgicos, las instalaciones del hostal se quedaron estancadas hace años, encontrando incluso antiguas reliquias, por lo que para los que añoren los mobiliarios antiguos o para los fans de la famosa serie «Cuéntame cómo pasó» este sitio debe ser una auténtica joya (este comentario se corresponde con la experiencia del año 2013. Lo mismo el establecimiento ha sufrido un cambio radical y ya no tiene nada que ver…aunque lo dudo).
Tras soltar las maletas, bajé a la calle como loco, pues pensaba que ya a esas horas me tendría que ir a la cama sin cenar; sin embargo, a unos metros del hostal, en la Calle Carretería, me topé con el restaurante «Martina», donde me sorprendió la relación calidad-precio de sus platos y, por supuesto, su flexibilidad de horario (aún a esas horas, la terraza estaba llena y la cocina a toda máquina). Me zampé unas ricas gulas con setas, calamares, ensalada… Y a dormir y coger fuerzas para la ajetreada mañana siguiente.
Sólo tenía unas horas para visitar el casco histórico de esta ciudad manchega, así que, a marcha ligera, me encaminé hacia la parte más antigua de Cuenca, la cual fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 1996.
Sobre una colina, las casas se amontonan desafiando la gravedad de barrancos y calles muy empinadas. Este cerro escarpado está rodeado por los ríos Júcar y Huécar. Es la llamada Ciudad Alta y su vista me recordó a los pequeños pueblos de montaña de mi querida Andalucía.
Comencé mi caminata por el llamado Paseo del Huécar, y tras pasar la Posada Huécar, subí por la Bajada de Santa Catalina; ahí creo sinceramente que me equivoqué, pues hay que tener en cuenta que, obviamente, por algo le pusieron el nombre de «bajada»: subir esa enorme cuesta con los calores de agosto fue todo un suplicio. Conseguido el primer reto, continué andando para llegar a la Iglesia de la Santa Cruz, que data de los siglos XVI y XVII y que tras su restauración alberga un importante Centro de Artesanía de Castilla-La Mancha. La entrada al mismo es gratuita y está abierto de martes a domingo.
Llegué al conocido Barrio de San Martín, compuesto por multitud de callejuelas enrevesadas y que alberga un conjunto artístico muy importante: la llamada «arquitectura vertical». Son los famosos «rascacielos» de Cuenca, altos edificios levantados entre los siglos XV y XIX, con una particular asimetría: por la calle principal de Alfonso XIII, estos edificios alcanzan una altura de 4 o 5 pisos; sin embargo, en el lado opuesto, el mismo edificio puede tener hasta 8 plantas más. ¿Cómo es posible? Pues porque estos adelantados arquitectos de hace siglos, dispusieron adaptarse al abrupto terreno y excavar en la roca para aprovechar parte de la orografía del cerro. En total forman un conjunto de 30 edificios que hoy en día continúan habitados. Así, muchos conquenses aseguran, sin falta de razón, que tuvieron auténticos rascacielos (para la época en la que se construyeron, claro) antes que en Nueva York.
Desde aquí, callejeé hasta llegar a la Plaza Mayor, donde se encuentran el Ayuntamiento y la Catedral. Ésta última es el monumento más importante de la ciudad. La Catedral de Santa María y San Julián comenzó a construirse en el año 1196 y sus obras se dieron por finalizadas en 1257, aunque a lo largo de los siglos hasta la actualidad no ha dejado de sufrir diversas transformaciones. Fue la primera catedral gótica de Castilla y cuenta con una gran fachada de estilo neogótico francés que fue totalmente reconstruida a principios del siglo XX. Está abierta todos los días y el precio de la visita era de 4 euros, pero como todo ha subido con la crisis, a saber lo que cuesta ahora. Adosado a la Catedral está el enorme edificio del Palacio Episcopal, que data del siglo XIII. Rodeando este edificio, tomé la calle Canónigos para llegar a la Plaza de Ronda. Más tarde volví en varias ocasiones a la Plaza Mayor para desde ahí comenzar otras rutas y paseos.
La Plaza de Ronda, está rodeada de edificaciones históricas y desde aquí hay unas magníficas vistas, contemplando la verdadera dificultad de la estructura de los «rascacielos». En esta plaza se encuentra la entrada al Museo de Arte Abstracto y al Mesón, ambos ubicados en las famosas Casas Colgadas de Cuenca. Por esta parte no se aprecia nada fuera de lo común en estas construcciones; tenemos que dirigirnos hacia el Puente de San Pablo, que comunica el casco histórico con el Convento de San Pablo, atravesando el Río Huécar.
Desde ahí vemos la parte más espectacular que da nombre al conjunto arquitectónico: balcones de maderas colgando sobre un escarpado precipicio. No se sabe con exactitud el origen de estas singulares construcciones, pues mientras que algunos defienden su origen musulmán, otra parte indica que fueron levantadas en los siglos XIV y XV. En el siglo XX fueron renovadas y actualmente sólo 3 casas del conjunto son visitables: las Casas del Rey (Museo de Arte Abstracto Español) y la Casa de la Sirena (Mesón). Yo que pensaba que este tipo de construcciones solo existían en Cuenca, el pasado verano 2015 durante mi viaje a la ciudad de Frías en Burgos, comprobé que hay más rincones en España que cuentan con casas colgadas (¡ojito! que no colgantes).
Regresando sobre mis pasos hasta la la Plaza Mayor, allí inicia la llamada Ruta de las Rondas. El paseo de ronda te lleva por un camino paralelo al río Huécar, trazado en las alturas del cerro. Comencé caminando por la calle Julián Romero, hasta llegar al Antiguo Colegio de San José (siglo XVII), convertido actualmente en un pequeño hotel con encanto. Junto a este edificio hay un restaurante en el lugar que fue la casa del cantautor José Luis Perales (no olvidéis llevar a las madres allí si viajáis en familia).
Unos pasos más adelante se acaba desembocando en el Mirador de Florencio Cañas y para atravesar más tarde un pequeño pasadizo llamado «Cristo del Pasadizo», en cuyas paredes podéis leer la leyenda de este lugar.
Otra edificación importante de la zona es el Convento de las Carmelitas, actualmente sede de la Fundación Antonio Pérez que reúne destacadas obras de arte contemporáneo español. La ronda finaliza al toparte de frente con el gran edificio del Archivo Histórico Provincial, del siglo XVI, y que albergó en su tiempo la cárcel de la Inquisición (lugar de vacaciones para los ateillos y diversión asegurada). Por encima de esta construcción están los restos del castillo árabe, al que éstos llamarían Kunka y del cual probablemente deriva el nombre de la ciudad de Cuenca.
Unos metros más abajo, en la Plaza del Trabuco (si no soy Curro Jiménez, ¿porque tengo este trabuco?), hay unas escaleras que te llevan a atravesar un arco de medio punto hacia la Hoz del Júcar, al otro lado del cerro. Desde allí podrás disfrutar del paisaje y la naturaleza que se aúnan con las vistas de la ciudad moderna al fondo. Y allí me surgió una duda: ¿miraba yo a la naturaleza o la naturaleza me miraba a mí?
Continuando las indicaciones del mapa que llevaba en mi poder, desemboqué de nuevo en la Plaza Mayor. Desde allí puse rumbo a la zona de la judería y el Alcázar atravesando las arcadas que forman parte del Ayuntamiento de la ciudad. Éste es uno de los edificios barrocos más representativos de Cuenca y data del siglo XV.
Varios pasos adelante, acabas llegando a la que fue el Convento de los Mercedarios Calzados en el siglo XVIII, hoy sede de la Orden de las Esclavas de Santísimo Sacramento (conocidas como «las blancas»). Subiendo la estrecha calle del Fuero se llega a la pequeña Plaza de la Merced, uno de los rincones con más encanto del recorrido. Está rodeada de edificios históricos, como el Antiguo Asilo de Ancianos Desamparados que actualmente alberga el Museo de las Ciencias de Castilla-La Mancha.
La Torre de la Mangana te hace de guía para dirigirte hacia ella, llamando la atención desde varios puntos de la ciudad: esta torre del reloj que data del siglo XVI, junto a otros escasos restos arqueológicos, es lo que queda de lo que en otros tiempos albergó el barrio árabe y posteriormente el barrio judío.
Desde allí inicie el descenso hacía la parte moderna de Cuenca, por unas escaleras conectan la Mangana con la calle Zapaterías, donde encontrarás numerosos restaurantes, bares y tiendas de artesanía, recordando lo que fue en su tiempo calle de artesanos y mercaderes que abastecían la antigua ciudad amurallada.
Mirando «pa» Cuenca quizás descubras grandes placeres. Pero el placer de mirar y descubrir Cuenca, debes sentirlo al menos una vez en la vida. Como el que peregrina a la Meca. Que por cierto está hacia el Este. Como Cuenca de Madrid…¿A que la expresión llena de romanticismo «te voy a poner mirando pa Cuenca» va a venir de esto? Qué cosas.
¿Has estado en Cuenca alguna vez?, ¿alguna anécdota o información a compartir sobre esta ciudad? Tus comentarios son siempre bienvenidos 🙂